¿Cuál es la diferencia entre el amor y el apego en las relaciones?

Respuesta de Lama Ole:

Las emociones perturbadoras como el apego surgen originalmente de la confusión. Solo hay tres emociones que no resultan de la confusión, y por lo tanto, son absolutas: la ausencia de miedo, el gozo y el amor.

La ausencia de miedo surge cuando la mente reconoce su naturaleza, que es espacio, cuando la mente descubre que no es una cosa, sino que es indestructible como el espacio mismo. El gozo surge cuando la mente reconoce su naturaleza clara. Esto sucede cuando, sobre la base de la ausencia de miedo, la mente experimenta su juego libre, su potencial y su riqueza. Entonces uno se vuelve gozoso y feliz.

El amor surge cuando la mente reconoce su naturaleza ilimitada. Si te das cuenta de que la naturaleza de la mente es espacio, claridad y que no tiene límites, y que todos los seres son como nosotros –que quieren ser felices y evitar el sufrimiento– notarás que no puedes separar tus propios sentimientos de los de los demás. Simplemente no hay nada más que puedas hacer sino convertirte en una persona amorosa y protectora. Solo estos sentimientos tienen la verdadera naturaleza de la mente como su causa, y por lo tanto, son de naturaleza permanente.

La mente de las personas normales es como un ojo: mira hacia afuera pero no puede verse a sí misma. Todos los fenómenos en el espacio se pueden medir y describir, pero la pregunta del tamaño de la mente –longitud, ancho, forma o sabor– nadie puede responderla. Sabemos todo sobre el mundo exterior, pero nada sobre aquel que lo experimenta. Esto es malo, ya que las imágenes externas cambian constantemente, mientras que la mente siempre permanece igual.

De la incapacidad de la mente para verse a sí misma, surgen dos emociones fundamentales. La primera es el apego o el deseo. Nos experimentamos a nosotros mismos como si fuéramos menos que la totalidad de todos los fenómenos y anhelamos algo que creemos que no tenemos. La segunda emoción es la aversión. Pensamos que no nos gustan todas esas personas allí afuera, que son peligrosas. 

Muchas personas tienden a confundir el deseo con la virilidad y piensan que sin ningún deseo serían impotentes. Este malentendido se basa en una mala interpretación de las palabras, pero es la razón por la que muchos no quieren meditar. Es por eso que usamos el término “apego” en su lugar.  

Si observamos más de cerca el amor y el apego, podemos distinguir claramente entre dos cosas. El primero solo tiene aspectos positivos: es el tipo de amor que da. Este amor se manifiesta a través de un intercambio directo con alguien o mediante un sentimiento general de compasión, compartiendo con otros lo que sea que uno tenga. También aparece como un gozo empático, lo que significa que estamos felices aún con cosas que no tienen nada que ver directamente con nosotros, simplemente porque consideramos que son significativas. Y finalmente, con este tipo de amor estamos equilibrados: sabemos que todos tienen la naturaleza búdica, sin importar cuán oculta se encuentre esta luz clara.

El otro tipo de amor –el malo– no tiene lugar aquí y ahora, sino que sucede en el pasado o en el futuro. No libera a los demás, sino que los limita y los confina. Este tipo de amor no puede regocijarse si la pareja aprende y se desarrolla, sino que se preocupa de que él o ella se esté volviendo más inteligente que nosotros y que pueda huir pronto. Debemos realmente asegurarnos de deshacernos de este amor celoso, de mente estrecha, envidioso y expectante, en el momento en que lo veamos aparecer. El control restrictivo no es beneficioso para nadie. Debemos dar libertad a las personas y dejarlas ir. Si vuelven, es porque encuentran su lugar a tu lado; si se van para siempre, serán más felices en otro lugar. Todo lo pegajoso y lleno de expectativas no es bueno. Todo lo liberador sí lo es.