Respuesta de Lama Ole:
Hay dos niveles para ver esto. Cuando uno ve que las personas se tratan mal entre sí, es desagradable y uno piensa: “¿Por qué hacen esto?” En la próxima vida intercambiarán roles y lo harán de nuevo. ¿Por qué! ¡Oh! ¿Por qué?
Pero al mismo tiempo, uno puede ver las cosas en el nivel absoluto: ambos, la víctima y el perpetrador, tienen la naturaleza búdica y en algún momento también lo entenderán. Por ejemplo, si alguien entrase aquí y lanzase una docena de granadas de mano, ciertamente no nos gustaría que pedazos de nuestros preciosos cuerpos de repente volaran en todas las direcciones. No nos gustaría, pero de hecho la trayectoria de cada pedazo de carne, metal y hueso seguirían las leyes de la mas alta sabiduría matemática. Debemos liberarnos del apego a nuestro cuerpo, de otra forma nunca entenderemos la más alta visión.
Buda nos da ambos niveles de entendimiento. De eso se trata todo. Entonces al final de nuestra vida, podemos decir, tal como César Augusto dijo mientras moría: “Si hice bien mi papel, ¡por favor aplaudan!” Damos lo mejor, y al final sabemos que podemos dejar ir todo porque de todas formas es solo un sueño. Debemos meditar mucho para realmente entender esto. Pero si podemos comprenderlo conceptualmente como un primer paso, también es bueno.
Mahamudra
¿Cómo podemos trabajar con la ira en el Camino del Diamante?
Respuesta de Lama Ole:
Muchas personas tienen dificultades con la ira y otras emociones perturbadoras. Hay tres tipos básicos de personas: los que son más propensos a la confusión, los más propensos a la ira y los más propensos a la codicia. Uno puede trabajar con los tres tipos en tres niveles distintos.
En el caso de la ira, en el nivel externo, podemos tratar de convertirla en compasión. Podemos desearles felicidad a los demás, sobre todo cuando vemos que experimentan muchas situaciones que les causan dificultades. En el nivel interno, uno trabaja con la meditación. Aquí invertimos mucho tiempo en la fase de construcción de la meditación; y la fase de disolución –en la que el Buda se disuelve en luz y se funde en nosotros– la hacemos muy corta. En el tercer nivel del Camino del Diamante (Mahamudra para nosotros o Maha Ati para los Nyingmas), uno ya no pone más energía en la emoción. Uno puede dejar entrar la ira, como un ladrón que entra a una casa vacía. Él puede recorrer el lugar, mirar dentro de los cajones y debajo de la alfombra, pero encontrará que todo está vacío. No recibe ninguna energía. Y luego, cuando desaparezca, ya no volverá tan fácilmente. Uno también puede recordar la canción sobre Lili Marleen: “Todo pasa, todo se terminará en algún momento”.
Si observas la causa y el efecto de la ira, puedes ver que soportarla en silencio o dejarla salir, no son la mejor ayuda para enfrentarla. Solo deberías actuar cuando ya no estés enojado. La ira confunde, cometes muchos errores cuando estás enojado. Actúas como si estuvieras bajo la influencia del alcohol: tienes los ojos enrojecidos, dices cosas extrañas y rompes las cosas con las manos. No puedes conducir bien un automóvil y puedes lastimarte fácilmente. La intoxicación por adrenalina causa el mismo resultado. Sin ira, puedes actuar mucho mejor en cualquier situación, y también llegarás a la raíz de un problema más fácilmente.
Debes saber que la ira no es nuestra amiga. La ira puede dar calor, pero es como quemar dinero en lugar de usar carbón o aceite. En muy poco tiempo, la ira quema muchas buenas impresiones que se han acumulado en la mente. Quema toda la alegría que podría haberte llevado a un mayor desarrollo. Tan pronto identifiques a la ira como tu enemiga, debes atraparla y vencerla.
La ira es una verdadera debilidad. Nos da una sensación de fortaleza, pero en realidad nos hace daño. Cuando uno está seguro de esto y realmente ha entendido que “la ira no es mi amiga, no me ayuda, solo me daña”, entonces puede eliminar esta emoción. Para este tipo de trabajo, hay un método de tres niveles:
1. Dale menos comida al tigre para evitar que se fortalezca. La ira solo vive de la energía que pones en ella. Ten cuidado con las situaciones en las que siempre te arroja al agua.
2. Observa de cerca cómo funciona el tigre, cómo avanza y retrocede mostrando los dientes y volteando los ojos. Observa con precisión cómo funciona, cómo es la emoción.
3. Luego, monta al tigre. Cuando ya lo conozcas bien, usa su poder como energía pura para todas las tareas que tengas frente a tu nariz.
Primer nivel: Evitar.
Mientras no te sientas fuerte, te aconsejo evitar las situaciones que te afecten demasiado y en las que no tengas ningún control. Esto es mejor que avergonzarte en frente de tus amigos o destruir amistades. No es un acto de cobardía apartarse de las dificultades y problemas, si sabes que sueles enojarte mucho en esas situaciones. Es mejor dar un paseo al aire libre; eso es mucho más sano. Normalmente, no es muy fácil evitar la ira, porque precisamente nuestro enojo se debe a que nosotros mismos tenemos dificultades. Si no tenemos ira, nada puede desencadenarla. Pero si tenemos la vibración de este sentimiento en nosotros, se puede activar. Para no tener que evitar tales situaciones todo el tiempo, puedes aprender a adquirir distancia interna. Así es como nos volvemos más fuertes y capaces de hacer más en el segundo nivel.
Segundo nivel: Desarrollar compasión.
Si siempre te encuentras en situaciones donde la ira surge una y otra vez, puedes dar vuelta a la negatividad y transformar la ira en compasión.
Para obtener un poco de distancia interna, puedes decirte: “La ira no estaba allí antes, no estará allí después, y si respondo a ella ahora solo habrá sufrimiento”. O uno construye una barrera protectora al experimentar la situación como si estuviera en un sueño. Esto significa simplemente observar todo como si fuera una película. Observa cada escena y usa la técnica del salami: córtalas en secuencias individuales. Con esta técnica, podrás actuar donde –de otro modo– podrías haberte vuelto rígido o haber hecho algo ilógico. Por ejemplo, en una situación en la que alguien se te acerca con un cuchillo, o si alguien siempre habla mal de ti, puedes transformar tu reacción en compasión. Puedes pensar: “¡La gente tiene tantas dificultades! Me necesitan como chivo expiatorio porque ellos tienen un problema real. Y tienen que soportarse veinticuatro horas al día, mientras que yo solo tengo que pasar diez minutos con ellos”.
Tercer nivel: Transformar la ira en la sabiduría como un espejo.
Estás enojado, pero no actúas en consecuencia. Observas cómo aparece la ira en el espacio de la mente y cómo se disuelve nuevamente. Podrías pensar en arrojarle algunas tazas de café al otro en la cara o en dar un portazo, pero no lo haces. Simplemente te sientas allí, como el tronco de un árbol –como dicen los tibetanos– y ves cómo la sensación se disuelve. Percibes los sentimientos que vienen, cambian y se van. Eres consciente de lo que hay allí, pero no golpeas a nadie, ni gritas, ni buscas tu arma. Simplemente te sientas allí y observas cómo pasa.
Las emociones perturbadoras despiertan cada vez menos tu interés, hasta que un día simplemente se mantienen lejos. Experimentas el enojo como un mal programa de televisión: no tienes que verlo, ni tomarlo en serio. Entonces, la ira se marcha, como las olas que van y vienen en el océano; y cuando la ola –la emoción– regresa luego a la mente, habrá cambiado. De pronto, tendrás experiencias de completa claridad, de verdadera comprensión profunda y total entendimiento. Tales experiencias de estados más allá de lo personal, totalmente claros y como un espejo, aparecerán cada vez con más poder, hasta que seas capaz de mantener ese estado de sabiduría.
Esta es la transformación de la ira. Se denomina “sabiduría como un espejo” y aparece en todos aquellos que logran dejar que sus emociones se disuelvan en el espacio. Esto crea un efecto dominó: la ira transformada reduce el orgullo, derriba el apego, elimina los celos, y al final, incluso disuelve la ignorancia. Luego, todo es sabiduría.
Cuarto paso adicional: Aprender a usar las energías.
Si has pacificado la emoción perturbadora con el mantra de purificación de las cien sílabas o mediante la compasión, habrás recuperado el control, ya no explotarás. Puedes usar el momento posterior al paso de la ola más grande –cuando la energía misma todavía está allí, pero no puede seducirte para hacer algo negativo– para hacer lo que tienes pendiente en tu día a día. Cuando reconozcas tu enojo, orgullo, celos, etc., entonces lava el automóvil, limpia el baño, arregla la casa, cava en el jardín, ocúpate de las treinta llamadas telefónicas y las cincuenta cartas que te están esperando.
Tampoco tiene sentido convertir los sentimientos en dramas, buscando soluciones tales como golpear una almohada mientras imaginas que golpeas a alguien. En verdad, la mente es un animal de costumbres: se convierte en lo que ponemos en ella. Si expresamos nuestra ira, veremos que la próxima vez que aparezca, volverá con mayor fuerza Y después de un tiempo, todos nuestros amigos se habrán ido, porque a nadie le gusta la gente enojada. La ira crea malas vibraciones. No le des ningún poder, no pienses en ella. Más bien, ¡arrincónala hasta que muera sola y luego haz algo útil!
Las emociones perturbadoras son como nubes que pasan frente al sol. Al tratarlas como ondas en el agua que van y vienen, uno no tiene que tomárselas en serio; pero el agua que hay en ellas puede ser muy útil. En realidad, en el budismo, nuestra visión de las emociones perturbadoras es muy diferente de la de otras religiones. En el Camino del Diamante, vemos todas las emociones perturbadoras como materia prima para la iluminación.