Respuesta de Lama Ole:
Esto tiene que ver con el tipo de persona. Yo soy una persona de acción: me zambullo en todo. Me resulta natural tomar parte en todo lo que sucede alrededor mío, de una u otra forma. Si tiene que ver con el desarrollo, o con la dirección en la que avanza el linaje –cosas que van más allá de lo personal– actúo de inmediato. Esa mi responsabilidad. Karmapa me dio esa responsabilidad y yo actúo inmediatamente en ese tipo de situaciones. Pero si las personas quieren darse de cabeza contra la pared y necesitan darse cuenta por sí mismas de que eso no funciona, me mantengo al margen. En el nivel del desarrollo personal, solo intervengo cuando la gente quiere que lo haga. Si vienen a mí y dicen, “Lama, tengo un problema”, por supuesto, siempre doy señales; pero si no les interesa y quieren hacer otra cosa, no los presiono.
De esta forma, uno puede ver que no somos un culto, porque los cultos mantienen su gente a raya. Si no han estado allí por unas semanas, primero reciben una carta; unas semanas después, una llamada telefónica; y dos semanas más tarde, comienzan las visitas. Nosotros no hacemos eso en lo absoluto. La gente puede ir y venir cuando quiera. Está bien si se alejan un tiempo mientras atraviesan una situación difícil y luego regresan cuando sienten apertura nuevamente. Con nosotros, todo funciona en el nivel de la independencia. Por supuesto, somos amigos y nos ayudamos cuando sabemos que alguien está enfermo; pero cuando alguien necesita un poco de tiempo sin budismo, no corremos tras ellos.
Tenemos que desarrollar un instinto que nos permita reconocer las situaciones en las que nos queremos involucrar. Sentimos que una comedia o una tragedia está empezando a tomar forma –algo útil o algo dañino– y luego, asumimos dos roles en la comedia y dejamos que la tragedia siga de largo. Dependiendo de nuestra función y de nuestra actitud interna, notaremos si tenemos que tomar medidas drásticas para proteger a los seres, o no. Si sucede algo realmente perturbador, es bueno intervenir –por ejemplo, si un tipo grande está golpeando a una anciana–. Uno puede interferir si no hay duda de que lo que uno está deteniendo está mal y traerá resultados negativos duraderos. Sin embargo, al mismo tiempo uno debería tratar de no juzgar la situación, porque la anciana pudo haber dejado morir al tipo de hambre en su vida anterior, o podría haberle hecho otra cosa.
Si la situación es más duradera –acoso en el trabajo o dificultades entre las personas– intenta ver si estás involucrado o si tienes ideas fijas de apego o aversión al respecto. Si las tienes, mantén algo de distancia, porque de otro modo cometerás errores. Pero si no estás involucrado, haz lo que pueda ayudar a las personas a aprender más en el largo plazo. De esta forma, eres un espejo para los demás y diriges su atención hacia sus propias posibilidades y cualidades. Si alguien en la oficina se comporta de manera imposible, puedes confrontarlo y decirle: “No intentes eso conmigo”. Todos lo verán: esa persona habrá recibido un golpe y podrás contrarrestarlo mejor en el futuro. O puedes intentar usar su poder y hacer una broma sobre su comportamiento.
Todos tenemos muchas cualidades y habilidades distintas. Algunas personas son más bien pacificadoras: siempre sienten la necesidad de apaciguar todo y generar una atmósfera jovial. Otras piensan: “Todos están sentados allí sin hacer nada”. Estas personas traen las cualidades incrementadora y enriquecedora. Con estos primeros dos tipos de actividad, es muy difícil cometer errores. Cuando uno apacigua, solo hay que asegurarse de que la gente no se quede dormida. Si les muestras lo que es posible, trata de no darles demasiado en muy poco tiempo.
Si la gente ya ha logrado algo y están allí sentados, con excedente y sintiéndose bien, aparece la tercera actividad: la fascinadora o inspiradora. Aquí, la gente se enamora y se siente entusiasmada; experimentan algo maravilloso y hacen que quienes están alrededor se sientan ricos. Al trabajar con la inspiración, el maestro debe tener cuidado ya que corre un riesgo muy alto de volverse orgulloso. Cuanto más trabaje con la inspiración y la apertura directa, más debe asegurarse de que todavía pueda actuar como el resto; de que no está entrado en ningún juego y de que es alguien completamente normal cuando baja del trono o termina su trabajo. Debe chequear que los demás puedan verdaderamente contar con él.
Si podemos inspirar y despertar a las personas sin crear dependencia, podemos pararnos allí con un espejo y decirles: “En realidad, solo ves tu propio rostro. En realidad, solo ves algo hermoso en mí porque lo tienes en ti”. Si uno como maestro da un paso al costado de esa manera y les muestra a las personas sus propias habilidades, entonces puede trabajar con la actividad inspiradora.
La cuarta actividad es cuando tomamos medidas drásticas y protegemos de manera poderosa, cuando simplemente sabemos que algo no debe continuar. Esta es la función más difícil, pero a menudo la más importante: ponerle un freno a las cosas que van mal. Aquellos que tienen este instinto protector, deben tener cuidado de no estar enojados al seguirlo.