Cuando noto mis emociones perturbadoras y trato de dejarlas ir, al mismo tiempo siento mi renuencia a hacerlo. ¿De dónde viene esto?

Respuesta de Lama Ole:

Esta es precisamente la influencia del ego, por eso uno necesita sabiduría. El ego es encantador y adictivo, tal como todos los demás venenos. Después de algunos años de meditación es fácil burlarse del ego. Pero mientras tanto, no es tan fácil. Comparo el ego con un golpe militar en una república bananera. Unos cuantos caballeros con bigotes y boinas entran, disparan a unas cuantas personas y gobiernan el país.

La mente, en toda su abundancia, es como una joya radiante con muchas facetas y cualidades. Algunas de estas facetas como la memoria, el orgullo, las expectativas, la esperanza y el miedo, están fuertemente cargadas de emociones. Intentan controlar el resto de la mente, por ejemplo, su habilidad para pensar de una manera matemática o política, para la creación artística y sus demás talentos interesantes. De esta forma, aquellos caballeros gordos que lideran el golpe creen que están siendo reivindicados de alguna manera.

Así que superar al ego significa bajar del caballo a los hombres gordos y dejarlos allí. Ese es el objetivo. Cuando tienes éxito, te vuelves espontáneo y natural. Entonces, la joya de la mente brilla en todas sus facetas, porque es sabiduría en sí misma. Sin filtros ni obstáculos, la mente produce cualquier cualidad que sea necesaria en el momento, puede aparecer sin dificultad.

Respecto a aquellos dictadores que tratan de gobernar el sistema, los removemos usando todos los medios: atacando con sabiduría, con gozo, con todo lo que sea posible, hasta que la mente confíe en sí misma y pueda reposar en su centro, sin esperanza ni miedo, simplemente en el momento.

Uno empieza removiendo la conducta neurótica; ese el primer nivel del Hinayana o Camino Fundacional. Cuando las neurosis se han ido, entonces la compasión y la sabiduría surgen en el nivel del Gran Camino. Después de que uno progresa con esto y gana excedente, llega al nivel último del Camino del Diamante. Al final, uno reposa en el aquí y el ahora, con todas las antenas extendidas en todas las direcciones. La ausencia de miedo, el gozo y el amor han surgido por sí mismos y ya no necesitan ninguna causa externa.