Respuesta de Lama Ole:
Puede ser un poco difícil descubrir qué trae la felicidad y qué nos aleja de la felicidad. Así que solo usaría la vieja dosis de sabiduría popular: trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti. Comenzaría con lo que es evidente, con lo que a la gente le gusta. Sé amable con ellos y evita dañarlos.
Existen tres niveles diferentes para beneficiar a los demás. En el primer nivel, podemos darles alimentos y vitaminas, pero quizás no una botella de schnapps (aguardiente) si aún tienen que conducir a casa. Hacemos lo que está delante de nuestra nariz; les damos las cosas materiales que les ayudarán en el corto plazo. Lo mejor que puedes hacer como buen budista es mirar hacia el futuro y ver los problemas a gran escala, como la sobrepoblación. Luego puedes buscar las causas de esos problemas y eliminarlos.
En Ruanda o Bosnia, por ejemplo, definitivamente hay demasiadas personas en muy poca tierra. Debido a que se tratan mal entre ellos, no tienen un nivel de educación decente, ni un nivel de vida decente. Y miras hacia el futuro y dices: “¡Condones en lugar de cañones para África!”
Luego hablas con tus amigos y tal vez uno de ellos conoce a un hombre en el Parlamento o en el Congreso, que quizás diga: “Necesitamos asegurarnos de que las personas de los países cálidos no nos invadan, haciéndonos pobres a todos. De esta forma, ya nadie podrá hacer nada en el largo plazo. En cambio, si ellos tienen menos hijos, podrán vivir mejor”. De esta manera, aumentarás gradualmente la conciencia acerca del problema. Pero yo no intervendría en cosas en las que no pudiera tener una influencia directa.
En el segundo nivel, uno puede satisfacer las necesidades de las personas de manera más duradera. Uno puede hacer que las personas sean independientes, por ejemplo, a través de la capacitación y la educación, y enseñándoles a manejar sus propias vidas. Pero aún esta ayuda solo sirve hasta la tumba. Los hombres ricos pueden ser llevados al cementerio en un coche fúnebre más largo o pueden dejar una deuda más grande, pero al final llegarán a su tumba.
En el tercer nivel, el mejor regalo que uno le puede dar a otros es ponerlos en contacto con las enseñanzas del Buda; hacer que tomen conciencia de su propia naturaleza búdica. Todo lo que hace que la gente sea independiente es bueno, y lo que los hace dependientes, lo que los limita y debilita, no es bueno. Cada vez que le das a la gente confianza en sí misma y en sus posibilidades, has hecho algo bueno. Esto es lo que hace el Buda. Él no dice: “¡Diez por ciento más para los trabajadores!”, sino que nos lleva a un nivel en el que hay menos codicia, avaricia y envidia.
Debemos esforzarnos por mostrarles a las personas la claridad del espacio atemporal de sus propias mentes: aquello que está entre los pensamientos, aquello que sabe lo que se piensa, se experimenta y se siente. Si podemos darles a las personas más espacio entre sus orejas o sus costillas –o donde sea que piensen que está su mente– entonces realmente les habremos ayudado. De esta forma, actuamos de manera muy práctica, paso a paso. Aprendemos a través de la práctica. Si uno siempre hace lo mejor por el bien de los demás, una y otra vez, rara vez comete errores.